Mejorar la seguridad vial

(publicado en El Heraldo de Aragón)

Artículo de opinión de Juan José Alba López, investigador y profesor de la Universidad de Zaragoza, publicado en El Heraldo de Aragón el pasado 9 de enero de 2023.

El pasado mes de noviembre, en Zaragoza, tres atropellos mortales nos recordaban que la seguridad vial de nuestra ciudad acumula unos males latentes que, si no se actúa correctamente, seguirán manifestándose periódicamente en forma de accidentes de tráfico graves. De hecho, apenas estrenado el nuevo año, tres nuevos atropellos (esta vez sin víctimas mortales) ya han vuelto a ser preocupante señal de alarma.

La situación no se corregirá sin que la prevención se planifique con ambición, yendo más allá de las simplistas líneas maestras emanadas del Gobierno central que (contumaces en su ineficacia) buscan reducir del número de muertes mediante la ralentización de la movilidad, aceptando que los accidentes de tráfico puedan seguir produciéndose mientras no causen víctimas. Lógicamente, el éxito de este modelo de seguridad vial solo puede ser parcial, ya que habrá fallecidos (incluso a cinco kilómetros por hora) mientras un autobús pueda interaccionar con un peatón o con un patinete. El modelo (surgido de quienes entienden que la seguridad vial debe ser gestionada con parámetros políticos) da cabida a medidas ocurrentes e ideológicas, frecuentemente pensadas para complacer a diversos agentes sociales. A modo de ejemplo y bajo este modelo, solo por el mero hecho de haber sido menos letales, los tres atropellos de enero representarían una mejora respecto de los tres atropellos del pasado mes de noviembre.

Pero ningún otro modo de transporte (aéreo, marítimo o ferroviario) usa este modelo. Éstos basan su seguridad en criterios técnicos, valiéndose de comisiones que investigan los accidentes para conocer sus causas (los porqués de todos los factores que llevaron al accidente), sin entrar en ningún momento en aspectos propios de la investigación policial que, en auxilio del juez, ayuda a identificar culpas. A partir de las causas, estas comisiones formulan recomendaciones que sirvan para evitar nuevos accidentes. Este modelo percibe la lucha contra los accidentes como única vía que permite cosas como viajar

en tren a trescientos kilómetros por hora o, sencillamente, usar ascensores en rascacielos. Seis atropellos (con independencia de su letalidad) serían seis fallos de seguridad que no se deberían repetir.

La seguridad vial exige técnica, rigor y, sobre todo, la valentía de unos gestores que sepan implementar recomendaciones llegadas desde muy diversos campos del conocimiento

No se espera que ninguna administración competente en seguridad vial adopte un modelo de gestión técnica. El gestor político sabe perfectamente que todo lo que afecta a nuestra movilidad puede provocar reacciones pasionales y, en este sentido, las recomendaciones formuladas por hipotéticas comisiones que investigaran técnica e independientemente los accidentes de tráfico podrían generar incómodas situaciones.

Como zaragozano, me gustaría ver a mi ciudad apostando por la auténtica seguridad, la que permitiría desarrollar una movilidad con múltiples opciones, sin imperativamente penalizar esa rapidez que ayuda a vertebrar territorios y dinamizar economías. Seríamos un referente internacional si empezáramos a funcionar con la autonomía y rigor técnico necesarios para enderezar esta situación que empezó a torcerse tantos años atrás.

Y sé que se puede hacer porque (no me cansaré de felicitar por ello a nuestra corporación local) ya se actuó con espíritu similar en los momentos más difíciles de la pandemia, cuando Zaragoza se desmarcó de erróneos posicionamientos oficiales y pasó a escuchar los consejos de la comunidad científica.

Fue una actuación simple. La ciencia sabía que la vía aérea era determinante en los contagios, pero órganos oficiales de alto rango rechazaban la evidencia y exigían medidas preventivas inapropiadas. Mientras tanto, un insostenible bloqueo socioeconómico motivó a nuestros ediles para dirigirse a la comunidad científica con un simple mensaje: «Trasladadnos sugerencias, que haremos lo que podamos». Como colaborador en el ámbito sanitario, viví el proceso en primera persona y puedo asegurar que no recibí indicación alguna sobre cómo debía desarrollarse nuestro trabajo. Percibí una actuación valiente y racional.

Éste es el camino. Aunque toda opinión merezca ser escuchada, las vidas humanas no pueden depender de medidas basadas en ensayo y error. La seguridad vial exige técnica, rigor y, sobre todo, la valentía de unos gestores que sepan implementar recomendaciones llegadas desde muy diversos campos del conocimiento.

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